sábado, 11 de febrero de 2012

Los encriptados. Receta anticapitalista

En 2004, Manuel Asensi Pérez, profesor de teoría de la literatura, publicó en Redes.com un artículo llamado Los teléfonos Ericsson han dejado de ser suecos (una re-lectura del Manifiesto Comunista). Allí dio nombre a un imaginado colectivo social: los encriptados institucionales. Con este extraño nombre designaba a gente que rechaza la violencia, habla de política al margen de los partidos o las ideologías, lleva a cabo su acción política creando un discurso contra lo supuesto a partir de una crítica radical y, por último, provoca miedo, pero solo y precisamente por esta visión crítica, que procede siempre de la indignación y del sufrimiento.

¿Esto quiere decir que Manuel Asensi había vaticinado el movimiento 15-M o el Occupy Wall Street? No. Es solo una muestra más de que los llamados indignados son fruto de un caldo de cultivo que se iba gestando desde hace ya mucho tiempo. Pero ¿cuál es el papel que tienen estos encriptados, según Asensi? Primero es necesario explicar alguna cosa más.


Receta anticapitalista

Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo”. Así empieza el manifiesto de Marx y Engels. Partiendo también de esta frase, y parafraseando a Derrida, Asensi asegura que dicho comunismo era entonces, es y será un fantasma en busca de corporeidad, es decir, una idea inalcanzable, un sistema eternamente en potencia. De hecho, todo comunismo triunfal parece haberse convertido en cualquier otra cosa, según nos enseña la historia.

En base a esto, Asensi va un poco más lejos y afirma que capitalismo y comunismo no son contrarios, sino que, más bien, “el marxismo es algo que ya le ha sucedido al capitalismo”, es decir, que “el triunfo del capitalismo solo ha sido posible gracias a que una de sus características más importantes es el anticapitalismo”.

¿Qué quiere decir esto? Muy sencillo: el capitalismo es cambiante por naturaleza, y el éxito que ha tenido durante tanto tiempo se explica por su capacidad de absorber y hacer suyo todo lo que le amenaza. En su artículo, Asensi nos hace ver que incluso algunas de las desideratas del Manifiesto comunista han sido integradas por él como por ejemplo:

“1. La obligación de trabajar para todos. 2. La educación pública y gratuita de todos los niños. 3. El que una vez desaparecidas las diferencias de clase y se haya concentrado toda la producción en manos de los individuos asociados, el poder público perderá su carácter político”.

Por otro lado, aunque siempre se hable del fracaso de las revoluciones del mayo del 68 y del movimiento hippie, algunas de las reivindicaciones de la gente que salió a la calle entonces parecen pertenecer ahora al más puro capitalismo: creatividad, libertad, espontaneidad y hasta una sexualidad más libre.

Pero ¿cómo puede este orden social basado en la economía asimilar todo lo que le amenaza? Luis Navarro, en su texto “Dinámica de virus”, dentro de Industrias Mikuerpo, nos da una descripción precisa.


El comportamiento del capitalismo

Resumiendo mucho, los pasos por los que “la máquina capitalista se agencia cualquier impulso de transformación”, según Luis Navarro, son los siguientes:

  1. Reconocimiento: la novedad es detectada. Normalmente lo que ocurre es que los medios de comunicación se hacen eco de ella.

  2. Aislamiento de la molécula emergente y sus propiedades. Se aíslan, extraen y seleccionan las características que convienen.

  3. Elaboración de contratipos. Se alteran las relaciones entre las anteriores características de tal manera que la novedad es y no es la misma.

  4. Conversión en mercancía: la novedad ha sido completamente desvirtuada. Su capacidad subversiva ya no es tal, pero ahora funciona bien como producto.

Hemos visto recientemente como ha tenido lugar este proceso con el 15-M, por ejemplo. Primero los medios de comunicación se hicieron eco de él y, después de centrarse en las características negativas, se aprovecharon y potenciaron las positivas en las campañas publicitarias de, entre otros, Levi's, Movistar y Nike. De manera que ahora el acto subversivo parece ser comprarse unos vaqueros.

Manifestación contra la sociedad de consumo, según Quino

Hay dos formas de tomarse esto, y las dos son acertadas: los procesos subversivos se desvirtúan convirtiéndose en otra cosa, pero al mismo tiempo se instalan en el imaginario colectivo de modo que se “normalizan”, y por “normalizar” entiendo “integrarse en el sistema”. Esto es lo que pasó, como ya hemos dicho, con ciertos puntos de algunas revoluciones. Esto es lo que debemos buscar ahora.

Gracias a la lucha feminista los canales de televisión “para mujeres” incluyen en su programación Sexo en Nueva York, pero, por otro lado, las mujeres tienen el mayor poder adquisitivo que han tenido nunca.

Gracias a la lucha homosexual la cabalgata del Orgullo Gay es cada vez mejor negocio, pero, por otro lado, su aceptación en la sociedad nunca ha sido tan plena.

Gracias a etc.


El sentido de los encriptados/indignados.

Según Manuel Asensi lo que quiere decir encriptamiento es “un rechazo de la violencia como lucha política dentro del marco democrático”. Y, por ende, los encriptados “son aquellos que hacen política bien al margen de los partidos políticos (…), bien desde dentro de los partidos políticos como individuos y grupos que participan de las 'ideologías' pero no pertenecen totalmente a ellas”. Y ¿qué tipo de acciones lleva a cabo este grupo? Son meta-teóricas. Intentan cambiar los presupuestos teóricos de ciertos problemas mediante una crítica radical. Lo que persigue el encriptado es dejar al descubierto las deficiencias del mundo en el que vive. Esta es su fuerza. Se trata de crear ideas e interpretaciones transformadoras que amenacen al poder.

Según Asensi, reescribiendo a Marx y Engels, “la historia de todas las sociedades ha sido, es y probablemente seguirá siendo, la historia de la lucha de clases”, de manera que existe “la necesidad de una crítica radical, perpetua y en constante cambio”.

Es decir, lo que Asensi pide a los generadores del discurso crítico con el capitalismo es que se pongan manos a la obra y lo ataquen teóricamente, o lo que es lo mismo, con ideas —que no ideologías— y no con violencia.



El palimpsesto capitalista

Yo me atrevo a añadir algo más partiendo del significado de la palabra criptografía —del griego κρύπτω krypto, «oculto», y γράφως graphos, «escribir», literalmente «escritura oculta»—. Como ya hemos visto, el funcionamiento del capitalismo es cambiante y es capaz de asimilar ideas que en principio le amenazan. La labor de los encriptados es hacer que estas ideas que nos convienen luzcan bien, sean apetecibles. Debemos vender bien nuestra mercancía.

Ahora mismo no tenemos otras armas que las que nos proporciona el sistema capitalista en el que vivimos, porque un sistema lo engloba todo, incluso aquello que puede acabar con él. No se trata de destruir, sino de transformar hasta hacerlo irreconocible. La única forma que tenemos de crear nuevas reglas es partiendo del reconocimiento de que uno no puede desentenderse sin más del mundo en el que vive. Para que nos entendamos, la labor de los encriptados es una forma de trollear al capitalismo.

No hace falta ser una persona íntegra para ser un encriptado, solo es necesario “colar” un mensaje anticapitalista. Se puede, por poner un ejemplo, defender una economía crítica y usar, al mismo tiempo, un iPad y un iPhone en el Congreso de los Diputados. Se puede alzar una pancarta en una manifestación y llevar unas zapatillas Nike. Se puede también escribir esto desde el procesador de textos de un Macintosh. Se puede y se debe. La falta de coherencia no es el problema. De hecho, es necesaria para que un encriptado se dé, porque, como ya hemos dicho, está en un lado y en el otro. Es de este mundo y del que todavía no es.

Estamos buscando una revolución, pero esta revolución no es un consenso mundial, y a poco que lo pienses verás que tengo razón. Ni si quiera tú estás dispuesto a acabar completamente con todo lo que nos ofrece el capitalismo. Hay que cambiar el sistema, pero de forma subrepticia, no violenta. Hay que transformarlo, cambiarle la cara a través del discurso y no de pedradas. Yo propongo dejar de jugar exclusivamente al gato y al ratón en las calles y aprovechar todos los medios disponibles para ablandar el ladrillo a base de palabras. Solo así conseguiremos lograr ese consenso que es fundamental para triunfar. Poco a poco, con mucha paciencia y perseverancia. La frustración es uno de los peligros más grandes a los que nos enfrentamos. No hay nada más frustrante que un antidisturbios cerrándote el paso. Disfrázate de capitalista y entra en la plaza. Reparte allí, en secreto, panfletos.

Los encriptados parecen estar escribiendo en sus propias libretas, pero lo que en realidad están haciendo es sobrescribir en el palimpsesto del capitalismo. No es ninguna tontería crear discurso. Es justo lo que estoy intentando con esto. Os invito a todos a integraros en el grupo de encriptados, o a seguir en él con mayor ilusión si es que ya lo estabais, pero todavía no lo sabíais.

5 comentarios:

  1. Aunque ya te he dado el turre por teléfono, te dejo un comentario por aquí. :)
    Se pueden usar las mismas armas del capitalismo o, mejor aún, encontrar otras.
    No se nos puede pedir a nadie ser la coherencia personificada, porque eso es imposible, pero sí más compromiso: consumir menos, ser menos borregos (vistiendo, hablando y, sobretodo, pensando), vivir desde la lucha (no tiene por qué ser rimbombante ni estar organizada, aunque también puede ser así), no callarse, ser responsable.
    No sé, no me gusta eso de disfrazarse de capitalista. Creo que uno puede (y debe) reivindicar su discurso acompañado de un estilo de vida. Si el segundo abraza pacíficamente los dogmas del capitalismo, se produce la confusión. Hay una diferencia entre reconciliarse con el sistema y hacerlo más soportable y en querer cambiarlo enterito.
    Y no, como tú bien dices, no es ninguna tontería crear discurso. Tú lo has hecho en esta entrada y ya es más de lo que hacemos muchos en nuestros blogs. :) ¡La mirada de los Curros es súper necesaria! Abrazo!

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  2. Te agradezco tanto el turre por teléfono como este comentario. Comprendo perfectamente lo que me dices y hasta creo que tienes toda la razón del mundo.
    Lo único que voy a añadir —y espero que esto no suene derrotista, porque no lo es— es que el disfraz capitalista ya lo llevamos puesto, queramos o no. Me parece muy importante ser consciente de que digamos lo que digamos viene del mundo en el que vivimos, incluso lo que puede cambiarlo.
    De todos modos, yo también espero que algún día encontremos armas que puedan venir de fuera.
    Muchas gracias otra vez, guapina ;)

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  3. Estoy muy de acuerdo con Isa, excepto en lo de disfrazarse... CON LO DIVER QUE ES!!!! Tía, a mi hay gente que me llega a tomar por pija, incluso amigos y gente cercana, isn't it fun??? Luego se quedan to bocas cuando te oyen las perlitas marxistas que sueltas por la boca. Te recomiendo que lo pruebes.

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  4. :DD
    A ver, yo he elegido otro disfraz que creo (y quiero) que me defina: llevar ropa que me quepa, barata, de colores que me gusten y que no me quede demasiado mal. Esa es mi opción. Y, teniendo en cuenta que vivo en una sociedad que no piensa que pueda llevar ciertas prendas por mi talla, no pienso hacer ningún esfuerzo por disfrazarme. Otra cosa es que me disfracen ellos: si quiero comprarme un vestido bonito y solo me vale el de pre-mamá, me lo compro. Eso sí: sabiendo que la etiqueta y el diseño ya me definen: soy gordi.
    No tengo ningún problema con que me vean desastrailla, con el tinte sin hacer, ojeras y gordi, porque yo soy esa. No quiero complacer con mi aspecto. Me repatea. Es lo que intento decir.
    Soy precaria, trabajo y estudio cobrando casi nada, vivo de okupa en casa de mis abuelos, apenas puedo ver a mi novio una vez al mes, madrugo y me acuesto tarde, no tengo dinero para pagarme un gimnasio, soy sedentaria y odio las peluquerías y depilarme (dolor + pérdida de tiempo y de dinero).
    Lucía: Me parece guay que hagas te disfraces y desconciertes, pero yo paso mil. :P

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  5. Si es que sois las dos más rebonicas que bonicas!
    Eso sí, cada una a su manera. (Y más anticapitalistas que Marx, todo hay que decirlo).

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